Por MARTHA RÍOS | Corresponsal Eje Cafetero
Uno de los temas que se escucha frívolo, insulso, insustancial pero nada aburrido es la moda, en prendas de vestir, decoración, lugares, comida y todo lo que ésta industria contiene, sin dejar de lado lo artesanal tan apreciado en otras partes del mundo. Por ejemplo, ir a mirar telas es un gusto y hasta divertido, donde dejamos desplegar a manera de retratos en la mente muebles tapizados, cortinas, tapetes, vestuario, telas para bordar y hacer manualidades, en fin, revestimos hasta nuestra alma por que, como una fotografía imaginaria, nos place ver nuestro entorno diferente y acorde a nuestro gusto, porque hace parte de la vida llegar a nuestro hogar a descansar y hasta hay días que no quisiéramos salir de allí, además con la época en que vivimos en donde la tecnología tan necesaria está a la orden del día y la casa ya no sólo es vivienda, es también el sitio de trabajo.
Esos textiles que hechos por la industria colombiana sabemos son garantía de la buena calidad. Entonces ¿por qué, en vez de valorar lo que ya sabemos, es cualificado hay personas y almacenes adquiriendo prendas de otros países que nos inundan de telas ajenas a nuestra industria? Sabemos de antemano que son prendas que sólo tienen una postura, además de los acabados que las hacen lucir baratas. ¿Por qué? Colombia goza ya del prestigio de afamados diseñadores aquí y en el exterior, talentosos por excelencia, que pueden apostarle a alguna exposición junto a los mejores y no con diseños del montón; es más, hay prendas con todo un despliegue artístico como son los bordados, las aplicaciones a mano, etc. Hay que tener en cuenta a los empresarios que con tanto esfuerzo y sin algún apoyo quieren mostrar la cara amable de Colombia.
Por lo tanto es para todos, no es exclusivo de ningún estrato. Esto va más allá, por apoyar una industria que no es la nuestra, disminuyendo la producción nacional, estamos apoyando el desempleo, pues muchas fábricas y todo lo relacionado a la parte textil, tuvieron que prescindir de empleados que, a su vez, son cabeza de hogar y el sustento de sus familias. Incentivamos el contrabando, hacemos que la delincuencia engrose sus filas, que la incertidumbre de nuestras industrias llegue a contemplar el cierre de las mismas pero sobretodo, dejamos que el infortunio de la industria textil se quede en manos indolentes que en vez de sostener, estimular, incentivar y defender pues jueguen con el futuro inmediato de nuestro país.
Es potestad del presidente directamente y como a modo de no dejar acabar con lo poco de esperanza que como humanos tenemos, pero aprovechándose de forma aberrante, en tiempos de campañas electorales donde ofrecen y prometen el oro y el moro, pues cometemos el grave error de votar por quienes hacen completamente lo contrario, enterrando toda fe y las empresas nuestras, de los exportadores, industriales, consumidores y comerciantes.
¿Qué nos pasa? ¡Aterricemos por Dios! Los aranceles que aquí cobran a los nuestros son cifras desbordantes con la desfachatez de aumentarlo, facilitando el mercado de lo ordinario y desechable para importarlo principalmente de los países asiáticos y africanos con los que ni siquiera tenemos acuerdos comerciales, es irrisorio que esto esté legalizado, el aumento del índice del precio al consumidor nos están tocando el bolsillo a cada uno de nosotros. No deja de ser triste que estos países no nos compra ni el 1%. Para el gobierno es difícil y demorado equilibrar esas cargas pero la inmediatez de hundir nuestra industria es aterradora. A todas estas y de manera muy somera expreso mi inconformidad solidarizándome con el sector textil.
¡Y señores por favor! Hay que cubrirse la cabeza con cualquier material textil o cuero, en fin porque es preocupante como el sol por estas épocas que irradia tanto calor les está rostizando el cerebro.
