Por: Sergio Barbosa
Recuerdo mi primera entrevista al cantante J Balvin, ya tenía sueño y el personaje estaba retrasado, pero quería conocerlo. Estaba en Puerto Gaitán, Meta, en medio de los Llanos Orientales de Colombia.
Quería saber más de él, así que lo esperé y finalmente llegó. Hablamos de muchas cosas en una van, esos carritos pequeños que utilizan las producciones para transportar invitados.
Recuerdo que me impactó su estilo y su carisma, sin ser muy atractivo. Tenía una energía especial que no se puede definir. Pero nunca imaginé en ese momento el personaje que llegaría a ser.
Su manera de vestir durante mucho tiempo correspondía a la estética de los cantantes del género urbano de los barrios de Medellín: una combinación de jean, tenis de marca, gorra de béisbol y una chaqueta tipo universitario. Nunca habría pensado en él como un personaje a la moda.
El artista que vivía por dentro estaba muy confundido en sus comienzos diría yo: “pues si estudio siete semestres de Comunicación Social a lo Patricia Fernández de ‘Betty, la fea’ y cuatro de Relaciones Internacionales, uno se habría preguntado ¿cuál era su foco?”. Pero el joven rebelde del barrio Castilla que se pintaba las uñas de negro, tenía un objetivo claro… El éxito.
“Éxtasis”, con ese sugestivo nombre abrió la puerta de una carrera que parece no tener límites. “Ella me cautivó” lo consolidó.
José Álvaro Osorio es un niño bien, del Colegio Los Alcázares de Medellín, que vivió la aventura de intercambio en los Estados Unidos, con las limitaciones de la clase media, trabajando en oficios varios. Esta combinación de experiencias y sus dos carreras inconclusas, le han dado habilidades que al lado de su talento extraordinario, han sido su llave al éxito.
Un comunicador social capaz de relacionarse internacionalmente y además canta y pone a bailar al mundo, fórmula de éxito.
Evidentemente sabe cómo aprovechar las oportunidades, las Olimpiadas Especiales le permitieron el acercamiento con el ídolo juvenil del mundo entero, Justin Bieber. Después de participar en un trabajo con él, la visibilidad mundial estaba a un paso. Otro de sus grandes encuentros en la vida, bueno además de todos los grandes productores y artistas de su género, Pharrell Williams. No sé quién lo invitó al desfile de Karl Lagerfield en el Hotel Ritz de París, pero ese día tome aire y dije: “¡WOW!”.
Verlo en fotos con el kaiser de la moda es cuando uno piensa que sus oraciones y ese lego y esa conexión con su Dios, sí tienen un poder extraordinario.
Por eso, la noticia de que sería el primer latino invitado por el Consejo de Diseñadores de Moda de Estados Unidos como embajador, ya no me sorprendió. Pero es un logro importante. Si bien es cierto que colombianos como Nina García o Esteban Cortazar se pasean por este evento como pedro por su casa, un cantante de Reguetón nunca lo habría imaginado, pues los latinos que sonaron en la gran manzana tenían el nivel de Oscar de la Renta o Carolina Herrera.
J Balvin es mucho más que un cantante de Reguetón, es un relacionista público carismático capaz de llegar donde quiera, otro colombiano del que me siento muy orgulloso y que a partir de este momento, cualquier prenda que se ponga se convertirá en un must.