Por MARTHA LUCÍA RÍOS | Corresponsal Eje Cafetero
Cuando estamos en sitios donde hay más personas y cuando la única ambientación es la conversación de otras, es inevitable entrometerse en la que se escucha más, pues el resto está hablando en voz baja e incluso también quedan enganchados.
El tema, las amas y amos de casa, comparable a una escena de un performance a la altura de las mejores. Con situaciones exactas y hasta jocosas sobre las labores domésticas (término que me suena a diferencias entre clases sociales), la crianza de los hijos, la preparación de los alimentos, salir a comprar los víveres, las citas médicas, las de los colegios, la limpieza, las tareas, el hogar y varios etc. Desde hace algunos años esta tendencia ha tomado fuerza.
Afortunadamente, y no estoy descubriendo nada, es que hay caballeros que cumplen a cabalidad, con tanta dedicación y esmero, la noble profesión que se consideraba exclusivo de las féminas pero, esto va más allá del común acuerdo entre la pareja de combinar sus trabajos o dedicarse de lleno al hogar. Considero esta profesión entre las más difíciles, puesto que no tiene un horario regular, es la dedicación las 24 horas del día, de Enero a Diciembre, mientras se van juntando los años, sin descanso.
Respetando las proporciones y de forma informal en la vida cotidiana, me refiero a que se convierte uno y a la fuerza en plomero, médico, electricista, psicólogo, cocinero, modisto, mensajero, conductor, profesor y por si acaso más. Se tiene que nacer con agallas para hacer de esta bellísima ocupación su diario vivir, también sé que los hijos y la pareja son el motor de este engranaje, el estímulo que no deja desfallecer, aunque hay otros tantos que van a puerto seguro mientras el barco se aleja a la deriva. A pesar de la época, con su apreciación y validez, aún hay quienes con resquemor quisieran ocultar tan ejemplar oficio y de esa orilla vemos como con esfuerzo algo gris, alguien dice a modo casi secreto “soy ama o amo de casa”.
¡Por Dios! Es un honor y un privilegio contar con alguien que realice estos menesteres con toda la confianza y la seguridad de ante mano que se sabe ya es grandiosa. Salirse de esas normas y reglas arcaicas, donde el papel del hombre se limitaba a ser simplemente el proveedor. Estoy segura que muchos se perdieron de la oportunidad de disfrutar del crecimiento de los hijos, de compartir tardes de tareas, de jugar en un parque, de recogerlos en el colegio, de una receta de cocina preferida por ellos, de una película, de demostrar su amor, de muchas situaciones, como si no tuvieran el derecho, pero con la connotación de ya adolescentes y mayores de edad, sus hijos les señalaban y reprochaban por no haber estado con ellos.
Pero ¿cómo carajos podían hacer? También aprendemos que no es la cantidad sino la calidad de tiempo y que la esencia de todo esto es el puro amor, sin olvidarnos de nosotros mismos.
Compartiendo los roles en estas recientes generaciones, el panorama en general (no han de faltar los y las que se estancaron en el tiempo) es diferente, pues hay comprensión, camaradería, apoyo desde cualquier frente que se esté, como un equipo. Ya entendemos que el papel de cada cual es muy importante, del esfuerzo y la tenacidad y si vamos a la parte justa y económica del asunto, que trasciende lo legal, pues si se sumaran las horas de trabajo, más las horas extras, las vacaciones acumuladas, prestaciones, nivelación de salario por ejercer tantos roles a la vez, de las cuales algunas ya mencioné, pues la totalidad sería de una suma generosa.
Esos lazos familiares que se tejen como soporte fuerte del hogar, sin cortar las alas del compañero ni las propias, hacen de los hijos como testigos de un buen ejemplo compartido, el punto de equilibrio para sus propias vidas y tal vez familias más unidas.
