La moda impulsa el feminismo

Por MAR CANDELA | Corresponsal Colombia

El feminismo es la noción de que hombres y mujeres son iguales, la moda no debe ni  debiera tener un conflicto con la igualdad de género o con la lucha para conseguirla.  Todo lo contrario, la moda ha impulsado determinados momentos de la historia del feminismo, protagonizando y empoderando  la vida cotidiana de  la mujer.

Algunas militancias feministas consideran que  la moda y el feminismo son polos opuestos, sin embargo, el artista español Mariano Fortuny inventó a comienzos del siglo XX un método de plisado propio, que hacía que cada uno de los vestidos de sed, delphos,  fueran especiales por diversos, únicos  y exclusivos  El vestido delphos tenía inspiración griega, con una sencillez en las formas que permitió a las mujeres de clase social alta de la época, renunciar a los corsets, así su diseño se convirtió en un emblema de liberación femenina. Dato curioso, sus telas y diseños contaban con una gama de colores cuyas fórmulas de teñido y  colores bellísimos que ninguna técnica hasta hoy ha logrado replicar.

Otro ejemplo maravilloso, el diseñador francés Paul Poiret  ha contribuido notablemente a la liberación del cuerpo de la mujer, terminó con la figura hiperbólica de la mujer de la época, con el cuerpo encorsetado, en forma de S y dividido en dos partes, la superior y la inferior, diseñó su vestido de corte imperio, entallado directamente bajo el pecho y que caía hasta los pies, con forma recta y cilíndrica; con su popularización consiguió desterrar el corset de forma definitiva y a todos los niveles sociales, lo cual permitió que la mujer le diera mayor libertad a su cuerpo, verse así misma de un modo natural. Él quería que el cuerpo de la mujer estuviera directamente bajo sus telas, sin un armazón de por medio. También sustituyó las medias de color negro por otras en color carne, por esta misma razón. En el momento más alto de su carrera fue considerado el “rey de la moda”. Con el estallido del conflicto de la primera guerra  mundial  los hombres se marchan a la guerra es así como las mujeres se convierte en las responsables de la industria. Adquieren  un papel activo en la sociedad, lo que precisa y exige un cambio radical en su vestimenta (tan radical como las circunstancias del momento). Los encajes y prendas elaboradas desaparecen y son reemplazados por pantalones y chaquetas, considerados en la época como elementos propios del armario masculino. La funcionalidad y la comodidad se imponen sobre la estética y la seducción, dando lugar a la aparición del traje de chaqueta femenino.

Con esto se produce una ruptura total con el concepto anterior de feminidad, rechazando las curvas y buscando la sencillez de la línea recta. Las faldas también se acortan a media pantorrilla, en búsqueda de esta ansiada comodidad y deja de ser la comodidad y practicidad en la ropa un privilegio masculino: la revolución mayor fue la aparición del pelo corto, pues sus largas melenas se enredaban en las máquinas y dificultaban el trabajo. Este corte de pelo se mantendría durante la posguerra y se convertiría en un símbolo del recién adquirido papel de la mujer.

La moda impulsa el feminismo
Working girl de la I guerra mundial, vestido delphos de Fortuny y sufragista con código de colores

Para diferenciarse y reconocerse entre sí, las sufragistas crearon un código propio de colores: verde para la esperanza, morado para la lealtad y blanco para la pureza. Esto supuso una revolución en tiendas y departamentos femeninos, que vendían complementos y accesorios con estos colores para sombreros, broches, cinturones y vestidos. ¡Todas los lucían orgullosas! El movimiento sufragista rompió con la idea establecida de las mujeres, exigiendo el voto y la participación política femenina mediante actos basados en la provocación y la rebeldía, esto conllevo a un choque para la realidad cotidiana y política, privada y pública de las mujeres de la época. Estratégicamente optaron por la moda más delicada y romántica, de hecho, cuidaron tanto su aspecto que convirtieron el movimiento sufragista en una tendencia en la que todas querían participar, engordando sus filas y ganando presencia e importancia y así puedo extenderme en decenas de ejemplos.

Hoy en pleno siglo XXI la moda sigue siendo una herramienta de poder para nosotras las feministas  y hoy por hoy para todas las persona el estilo es un mensaje contundente para quebrar moldes, hoy los hombres también son liberados del patriarcado a través de la moda y el estilo.

Está cada vez más de moda ser feminista y muchas personas opinan que está muy mal, ya que eso de que se haga moda el feminismo es hacerlo liviano y desnaturalizar la resistencia política y social de la defensa de los DDHH de las mujeres. Por lo contrario yo opino que no solo es bueno, sino que es estratégico que el feminismo se haga una moda es poderoso y el reto está en no dejar que sea una moda pasajera.

La moda es un acto político, ha sido así desde siempre. Cada moda manda un mensaje y planta una postura social que educa y obvio, respalda o rechaza lo establecido desde tradiciones, costumbres, hábitos, pasando por normas, hasta llegar a políticas establecidas.

Por ejemplo, la moda en la ropa es un lenguaje no verbal que refuerza o rechaza lo estipulado en el deber ser de la ropa: con la ropa aprobamos o rechazamos el sexismo, ya que desde la moda planteamos lo que es aceptable o inaceptable en el vestir de hombres y mujeres. Desde siempre la humanidad desde la moda de las melodías ha generado bailes que se imponen en la vida social, bailes que termina aprobando o desaprobando el lenguaje corporal.

Yo soy gestora de un feminismo urbano, un feminismo callejero, popular, de barrio, orgánico, que nutro del feminismo intelectual, teórico y académico para poderlo conectar con el mundo que me rodea, para poder llevar la realidad de las mujeres que no tienen posibilidad de ser oídas en espacios de poder a todos los medios posibles. Soy y he sido una callejera y me enorgullece, aunque ya no salga mucho a la calle por falta de tiempo.

Mi feminismo callejero, tan callejero como la vendedora ambulante, la prostituta y todas las demás versiones de mujeres callejeras, era un feminismo desamparado de la academia y de las elites sociales feministas. Yo necesitaba crear puentes entre la academia, la calle y la distinguida sociedad para hacer visible la realidad de muchas mujeres en la sombra y una de esas herramientas fue el feminismo POP, el feminismo de las diseñadoras de moda con consignas feministas, el feminismo de las cantantes, actrices y divas, el feminismo que las celebridades impulsan, por ejemplo.

Yo, la más orgánica de todas las feministas, recibí el primer apoyo real del feminismo farandulero. Ellas me dieron la oportunidad de ser escuchada en espacios serios de alta resonancia. Una Diva Colombiana fue la primera en recomendarme para que hiciera radio y fue una experiencia maravillosa.

La ropa puede cambiar de moda todo el tiempo, el pantalón y el vestido se reinventa, la música lo hace y nunca dejan de ser indispensables en la sociedad. Eso es lo que debe pasar con el feminismo, ser una moda insuperable e indispensable para la sociedad que siempre se reinventa así misma, hasta que sea algo cultural, hasta que sea parte de la idiosincrasia de las sociedades. Es el momento del feminismo de siempre, no obstante, un feminismo que se renueva a sí mismo, se confronta y cuestiona, se fortalece

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